ENTRE LA SABIDURÍA Y EL OLVIDO

12.10.2012 12:50

Clint Eastwood ha sido de todo: ha actuado en 68 filmes, ha sido director de otros 35, ha ganado cuatro óscares, fue militar, alcalde, activista político y músico. Su nombre es sinónimo del Viejo Oeste, el último héroe de acción, pero también de cine de calidad. Su nombre es tan poderoso como los de Spielberg y Coppola. Y aunque a los 82 años muchos de sus colegas ya habrían colgado los guayos o no estarían contando la historia, Clint Eastwood sigue dirigiendo, produciendo y, lo que él considera su pasión, actuando.
 

Después de casi 20 años de actuar bajo su propia dirección con películas tan memorables como Los imperdonables y Golpes del destino, ahora regresa sólo como actor en el papel de un ojeador de talentos llamado Gus en Curvas de la vida, que dirige quien fuera su asistente de dirección durante todos estos años, Robert Lorenz.

 

“Hace un tiempo dije que iba a dejar de actuar y aquí me tienen, otra vez... a veces uno simplemente miente, miente mucho. Después de Gran Torino pensé que era un poco estúpido ponerse a hacer los dos trabajos a la vez. Es que llevo haciéndolo más de 40 años. Pensé que quizá ya era hora de dedicarme a hacer lo uno o lo otro. Le cedí el trabajo duro de la dirección a Rob y yo casi no tuve que ocuparme de nada. Fue placentero, casi relajante, como si estuviera en un espacio de confort al que me acomodé bastante bien”.
La historia gira alrededor de la relación de un ojeador de talentos del equipo profesional de béisbol los Bravos de Atlanta y su hija, una ambiciosa abogada llamada Mickey, interpretada por Amy Adams, que después de varios años de distancia se deben reencontrar para enfrentar las razones que los separaron desde que ella era niña. Una de las cosas que más disfrutó Eastwood de este rodaje, además de estar rodeado de buenos actores, fue estar en contacto con uno de los deportes clásicos de Estados Unidos.
“Esos ojeadores son un grupo fascinante; gastan unos 200 días al año en hoteles y recorriendo carreteras del país, pero no sólo viendo los juegos de los muchachos que los equipos quieren incorporar, sino que son conscientes de la gran inversión que tienen sus recomendaciones. Entonces investigan, van al barrio del muchacho, hablan con la familia, con los vecinos, con la novia. No se trata sólo de si la sacan del estadio, es saber si pueden controlar la presión mediática, que no vayan a ir a emborracharse o a hacer escándalos. Es un trabajo de mucho riesgo, porque con dos decisiones mal hechas, estás fuera del negocio”.
Sin embargo, para la crítica está claro que Eastwood puede estar corriendo el riesgo de caer en la misma clase de interpretaciones de viejo huraño que debe redimirse sacrificando todo lo demás, como ocurrió en su papel de Walt Kowalski en Gran Torino o como Frank Horrigan, un veterano miembro del Servicio Secreto, en la película de 1998 En la línea de fuego, de Wolfgang Petersen.
“Cuando se llega a determinada edad, uno está feliz de estar aquí, sin mucho más. Hay que ser realista y buscarse papeles apropiados para la edad, de lo contrario se caería en el ridículo. ¿Qué voy a hacer: de un joven de 30 años? Ridículo. Disfruté del viaje hasta donde me encuentro hoy y planeo seguir haciéndolo; ojalá sea largo y me quede todavía mucho por delante. Es paradójico que envejecer sea un proceso divertido. Por una parte, son los años en los que uno se ha vuelto más sabio, pero a la vez son aquellos en los que uno empieza a olvidarse de todo”.
Pero además de estar en los medios por la promoción de Curvas de la vida, Eastwood ha estado en el estrado de los programas de opinión después de su no muy afortunada aparición en la Convención Republicana, donde dio un confuso discurso frente a un silla vacía en contra de la gestión del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
“Yo creo que la gente no entendió el mensaje: quería que me eligieran a mí (bromea). Mi único interés era decir que la gente debe dejar de idolatrar o ensalzar a los candidatos en abstracto, debe mirar el trabajo, mirar el contexto y los antecedentes, y tomar sus decisiones en consecuencia. Eso fue lo que traté de decir, aunque tomé varios desvíos y terminé hablando un rato largo, mucho más de lo que seguramente querían”.
Los analistas políticos lo destrozaron. El exasesor de Mitt Romney, Nick Murphy, escribió en su Twitter: “Nota: hasta los actores necesitan un guión en una convención política”. El crítico de cine Roger Ebert también escribió: “Clint, mi héroe, no necesitaba hacerse esto a sí mismo”. Sin embargo, consciente de su actuación, Eastwood no se arrepiente mucho de lo que hizo en la ciudad de Tampa, donde la Convención Republicana tuvo lugar.
“Quizá no diría lo mismo; ese discurso lo pensé cinco minutos antes de salir al escenario. Pero la idea sería la misma. Sin importar el partido que prefieras, el criterio para elegir debe ser el mismo: evaluar qué candidato puede hacer las cosas bien. Eso es todo. Aunque en Estados Unidos a veces nos confundimos y miramos los valores equivocados para votar”.
Más allá de su sonado discurso, Eastwood continúa planeando nuevos proyectos y con el deseo de seguir actuando.
“Simplemente actuar: está en tu sangre después de tantos años. Ver cómo Hollywood se va llenando de nuevos actores a los que, digamos, he visto crecer en la industria. Para mí es maravilloso conocer a nuevos actores. Me pasó con Amy en esta película, por ejemplo; me sorprendió lo atlética que es: puede correr y no lo hace como una niña inexperta, todo lo contrario (risas). Por suerte es así. No hizo falta ponerle un doble para algo tan simple como lanzar una bola”.
 
Alejandro Millán Valencia / Los Ángeles | Elespectador.com